martes, 7 de febrero de 2017

Por qué ya no creo en los Premios Goya

     Está llegando a ser una obsesión. Intento ponerme una vez más en la piel de un miembro de la Academia de Cine, uno de esos afortunados que tienen un nombre de usuario, una clave y pueden ver todo el cine español del año en su sofá, gratis, sin colas y sin tener que viajar a festivales para ver las películas que no llegan a las salas o que si llegan tan solo lo hacen en Madrid y Barcelona y durante una semana. 

     Sería muy feliz si fuese un académico. Me imagino cogiendo vacaciones en el trabajo para poder ver todas las películas. Ir a comprar provisiones para toda una semana, ponerme el pijama y pasarme siete días seguidos sin levantarme del sofá más que para ir al baño y hacerme la comida. Y supongo que haría una ficha de cada película, le pondría nota a cada uno de los actores, a la fotografía, a la música. Y después haría mis listas de las mejores películas y mejores interpretaciones y entraría en la plataforma para votar lo mejor del año sin dejar que me influyesen las productoras ni los amigos que pueda tener en el mundillo del cine ni por las televisiones que me aconsejan lo que debo o no debo ver. Votaría libre, sintiendo que estoy haciendo algo importante por la industria del cine español, que estoy poniendo mi granito de arena para que el público conozca películas que han pasado inadvertidas. Y me sentiría muy poderoso, tanto como cuando durante el pasado Festival de Cine Español de Málaga era uno de los primeros en votar las películas en Filmaffinity. De mi voto dependería que películas como "Callback" o "Acantilado" fuesen nombradas en las revistas cinematográficas, que sus protagonistas fuesen presentados al gran público o que esas películas fuesen reestrenadas aumentando así su escasa taquilla inicial. Me tomaría mi papel como académico siendo consciente que de mi voto conlleva una responsabilidad que va más allá de la foto de familia de la fiesta de nominados, siendo consciente de la relevancia mediática que los Premios Goya han logrado en los últimos lustros. Porque desgraciadamente parece que las películas que no llegan a los Goya no existan, que son peores que el resto y que no merecen ni un minuto de atención en los medios de comunicación.

     Por eso cada vez tengo menos en cuenta el criterio de los académicos a la hora de establecer mis gustos cinematográficos. Cada vez intento tener más en cuenta las opiniones de los pequeños festivales de cine, de los blogueros, de mis periodistas y críticos favoritos y de los amigos que conocen casi mejor que yo mis gustos y debilidades. Decía Raúl Arévalo el pasado domingo en una entrevista que lo más importante a la hora de ganar un Goya era llevarse bien con los compañeros de profesión, esos que te van a votar porque les caes bien o porque son tus amigos. Esto quiere decir  que los premios Goya son un premio a la amistad, donde los afortunados que les cae bien a mucha gente van a ser los que ocupen las portadas, aunque los que hayan votado ni siquiera hayan visto la película.

     Así se entienden cosas tan sumamente extrañas como las que suceden en estos grandes premios. Me pongo en la piel de un académico que está viendo "La próxima piel". Una película que me está encantando, que me ha dejado pegado a la butaca durante los 100 minutos de duración y que sin duda es una de las mejores del año. Pero a la hora de votar no voy a valorar la historia, ni la dirección, ni la fotografía, ni las interpretaciones masculinas. Tan solo voy a votar la interpretación de Emma Suárez, amiga mía, encantadora, rostro indispensable de nuestro cine. Y voy a olvidar todos los demás aspectos de la película. Y gracias a mi voto voy a lograr que Emma esté nominada aunque la cinta no obtenga ni una sola nominación más. Pero es que me ha gustado tantísimo la interpretación de Emma que la voy a votar también entre las cuatro candidatas a mejor actriz de reparto, porque he visto "La próxima piel" y aunque ni el guión, ni Alex Monner ni la dirección artística me hayan parecido merecedores de un Goya el trabajo de Emma sí lo es. Y voy a encumbrar a mi amiga, voy a lograr que pase a la historia de estos premios como la segunda actriz en hacer doblete en una misma gala. Y voy a brindar muchas veces con ella, nos vamos a hacer un selfie y va a ser una noche inolvidable. Por cierto, no recuerdo quién ha sido el director o directora de "La próxima piel", pero qué bien lo ha hecho Emma...

     Sirva este ejemplo para explicar porque ya no valoro estos premios, porque ya no me creo nada de lo que allí sucede. Porque aunque ya varios amigos me lo habían advertido, en estos premios se valoran otro tipo de intereses que a mi, como simple espectador, se me escapan.
Aún así seguiré soñando con acudir al menos una vez a la gala, con llegar a ser académico algún día, con pasarme una semana encerrado en casa decidiendo mis votos. Mientras todo esto llega seguiré yendo al cine a ver todas las películas españolas que se proyecten, leyendo las críticas de los blogueros y tuiteros y entregando mis propios premios intangibles a lo mejor de mi cine español.

Emma Suárez y su doblete.


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